"Si no cambiamos urgentemente nuestro modo de vida, ponemos en peligro la vida misma".
Antonio Guterres
Secretario general de la ONU
En el escrito anterior empezamos a desarrollar el tema del daño ecológico (y climático), a partir de identificar las causas, y las consecuencias producidas por una visión cosificadora, intrascendente y desencantada de la naturaleza y del mundo. A continuación seguimos exponiendo la cuestión de las consecuencias acarreadas.
Una visión egocéntrica (egosistémica) del vivir por oposición a una visión ecocéntrica (ecosistémica). Además, en un estado de separación y fragmentación, se heredó la tradición de dividir al mundo entre un “yo” y un “ellos” (todos los demás), haciendo difícil vivenciar y sentir la unidad con los demás en un “nosotros”. Ver al otro como un semejante (más allá de reconocerlo como un sujeto de iguales derechos) nos ha costado mucha dificultad dentro de nuestra cultura dominante y de ahí nuestra generalizada falta de compasión entre semejantes. La inclusión en este escenario es muy poco “natural”. En un mundo de exclusión (de excluidos) todo está separado y distante, con las consiguientes consecuencias no deseadas sobre los entornos ecológico y social en que vivimos.
El relato sobre nuestro origen y sobre nuestra historia en el cual el “yo” ha quedado reducido a las características propias de nuestra personalidad individual; en términos parecidos, nuestra identidad ha quedado reducida al relato que cada uno ha construido sobre sí mismo (a manera de un guion en una obra escénica), todo lo cual no ha impedido reconocer otras dimensiones profundas de nuestro Yo real.
La creencia de que en general somos víctimas, como resultado de la férrea y constante lucha por sobrevivir que caracteriza al mundo natural y social. En esta creencia, la naturaleza y las personas se encuentran constantemente acosadas por la escasez, el miedo y la amenaza externa. Como consecuencia de dicha creencia o supuesto, nos paralizamos de tal manera, que resultamos impedidos de hacernos cargo de nuestras acciones, y aceptar con responsabilidad las consecuencias de nuestros actos (es el saber asumir y no culpar).
Desde luego toda la fenomenología descrita hasta acá debe ser valorada también dentro de una mirada positiva que conviene siempre recordar. El mundo natural es un lugar maravilloso, encantado, complejo, vital, impulsado a la cocreación continua, lleno de sabiduría, pletórico de formas de información y de posibilidades de aprendizaje, altamente autopoiético, y en mucho, misterioso.
Igualmente hace mucho sentido recordar que las consecuencias a las que nos hemos referido hacen parte del proceso de bifurcación en el que se encuentra la humanidad en la actual encrucijada de su historia; bifurcación que significa un quiebre de paradigmas en el cual o desaparecemos o emergemos bajo un nuevo orden sociocultural.
Concretando todos los anteriores puntos en aquello que adquiere alta relevancia para el tema del liderazgo, señalemos que es una consecuencia medular la forma como culturalmente los humanos hemos venido concibiendo y aplicado nuestro poder personal. Básicamente este poder toma dos grandes formas dependiendo desde donde se concibe, interno o externo.
En el paradigma de liderazgo imperante, en el mundo de hoy, ser poderoso se ha considerado como algo valioso y deseable, pero el poder que hemos privilegiado ha sido el poder externo. En este paradigma, ser poderoso se ha entendido como estar en posesión de una alta capacidad de:
- Producir unilateralmente un sueño o una meta.
- Dominar, controlar e incluso derrotar.
- Acaparar, retener, y atesorar.
- Persuadir, convencer, e imponer la voluntad propia sobre los demás.
- Conseguir adeptos y seguidores.
- Necesidad de aprobación, y de ser acatado y admirado.
- Adquirir y acumular recursos y símbolos de prestigio.
- En resumen, este poder se expresa en las formas de relacionamiento en las
cuales se antepone el bien particular (el interés personal) sobre el bien general
(común); formas que anteponen la dimensión ego a la dimensión eco, y
anteponen el miedo al amor (al eros y al ágape), en general desconociendo
cualquier virtud.
Más específicamente, este poder opera en baja consciencia; consciencia de separación y de autosuficiencia, basada en la inseguridad. En este estado se suele “ir” al mundo a tomar, coger, acaparar, acumular, retener, controlar, manipular, etc., en beneficio propio; …y en la medida en que más se tome, coge, acapare, controle, acumule, tenga, retenga, manipule, etc., más poderoso cree que se es. Es la falsa seguridad que convierte en absolutos y fines las cosas mundanas, porque se está en necesidad de tener y controlar para sentirse persona (“alguien”). Lo que mueve ahí es el miedo a no ser más que otros, a no ser primero, o acatado, u obedecido, o admirado, o temido, etc. Por ello muchas veces se manipula a favor personal egoísta revestido de apariencia de amabilidad, para congraciase con las personas y poder manipularlas.
Recordemos que esta forma de ser y estar en el mundo, la del poder externo, constituye el nervio central de la forma como se ha entendido el papel de la dirigencia en el mundo. Es el liderazgo entendido como ejercicio del poder externo, en un ejercicio de la dirección o la jefatura que, a la larga, ha resultado ser arbitrario, autocrático e inconveniente.
Ante todo recordemos, que esta forma de ser y estar en el mundo, se encuentra en la raíz del daño climático (de la pandemia que éste ha causado) y de la insostenibilidad que hoy experimentamos.
Por ello, hoy constatamos que ese tipo de ejercicio del poder personal, no solamente es nocivo, sino que es obsoleto, y está siendo profundamente reconsiderado por diversos grupos de la sociedad humana, dentro de una especie de “revolución cultural”, que no es otra cosa que un cambio de paradigma que descubre una nueva visión de liderazgo. Es la gran transformación cultural planetaria que se viene observando desde hace más de cincuenta años. Es la gran bifurcación en marcha y es el futuro emergiendo.
Retos y desafíos, hacia la transformación esencial
Como es natural en la evolución cultural del hombre, un macro cambio de este orden tardará varios años en manifestarse completamente. Quienes por varios años hemos venido observando atentamente este fenómeno, podemos decir que ya lo vemos ocurriendo ante nuestros ojos. Se trata de la nueva forma que va adoptando la consciencia humana, en un proceso usualmente lento (y por ahora un tanto misterioso), la mar de veces invisible para quienes no están despiertos o en un estado de presencia. Pero la evidencia de que está ocurriendo es abrumadora.
En esta transformación, observamos que está emergiendo un “nuevo” paradigma sobre el liderazgo personal (no es nuevo en cuanto que en la sabiduría ancestral ya se conocía). Es el paradigma en el cual las personas redescubrimos, incorporamos y damos forma a nuestro poder personal interior (nuestro auténtico poder). Es un poder que nos permite sentir el hermoso complejo de cualidades y capacidades (potencialidades) que, como en la elegancia y perfección de una semilla, ya están presentes en la completitud de lo que somos (indicándonos lo que estamos llamados a ser).
Para habitarnos así, y llegar a nuestra morada interior, se debe recorrer un camino descrito en muchas formas literarias como el viaje del héroe (la odisea personal). Es aquello que de otro modo hemos denominado cultivo personal que nos abre a la acción de la dimensión trascendente de nuestra realidad existencial, la acción del Espíritu.
Hoy vamos entendiendo entonces que es una necesidad urgente para cualquier ser humano, y para cualquier forma que adopte la dirigencia, el que prime el poder personal interior sobre cualquier otra manifestación del poder externo, si no, no hay liderazgo.
En esto consiste justamente la formación de líderes para el futuro emergente. Formar líderes que basen su poder en el poder interior. Hacia tal objetivo debemos enrutar todas las acciones de formación personal (autoliderazgo), y para el liderazgo, si es que queremos recuperar la relación de amistad con el mundo natural y dejar que la natural cocreación evolutiva fluya. Y es, en esta dirección, a partir de la emergencia de un nuevo linaje de líderes, que se está creando en la sociedad humana una nueva agenda para el desarrollo y la sostenibilidad.
Sobre esto discutiremos en nuestra próxima y última entrega.
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