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MARCO DE REFERENCIA PARA UNA ÉTICA DEL BIEN COMÚN 2

Writer's picture: Mauricio CardonaMauricio Cardona
“Si queremos transformar el modo en que nuestra sociedad responde a los retos, debemos comprender las estructuras más profundas que colectivamente seguimos representando.” - Otto Scharmer




Hoy en día una gran cantidad de seres humanos sentimos la imperiosa necesidad de recordar la ética del cuidado y de actuar en consecuencia. Cuando estamos en el nivel de consciencia que nos permite internalizar lo que implica la ética del cuidado, actuaremos con integridad. En el liderazgo este tema es clave.


Uno de los fenómenos que nos sirve de criterio para el ejercicio de un liderazgo efectivo es el de la coherencia o de la consecuencia (congruencia), como dimensión clave de la integridad, en su aspecto de consonancia interior o solidez moral. Este es un factor que quizás se constituye en el único indicador útil para evaluar un liderazgo auténtico, siendo factor que, a su vez, está íntimamente relacionado con el tema del compromiso con la verdad. Todos ellos son elementos básicos para una ética del cuidado.


La pregunta por la integridad, está en la raíz de la dinámica cultural que da origen a las grandes brechas que hemos causado con nuestra actual forma de vivir, en el actual paradigma establecido. Una respuesta sensata a esta pregunta nos lleva a darnos cuenta de la necesidad de que seamos íntegros en el cuidado de sí mismos, e íntegros en el cuidado de nuestras relaciones con los demás y con todos los seres vivientes del planeta o con la vida misma.


Cuando en la integridad recordamos que podemos vivir cuidándonos y cuidando, volvemos a la cordura, o al corazón, y nos reclamamos como seres sensibles y amorosos que salimos de la confusión para habitar la existencia sabiendo distinguir la acción moral del discurso de la ética. Cuando estamos en estado de confusión, desintegrados, no diferenciamos bien entre fines y medios, y la acción corrupta surge como una posibilidad fácil para encontrar sentido a la vida a partir de los intereses del bien particular movidos por el miedo y el ego desaforado.


Cuando salimos de la confusión y oscuridad, y estamos en la luz, percibimos más claramente la estrecha relación que hay entre la energía del amor, que nos mueve desde adentro, impulsándonos a cocrear y cuidar de lo ya creado en la evolución del mundo.


Cobra importancia recordar lo que anota Leonardo Boff en su libro los Derechos del Corazón:

“…el cuidado es una actitud de relación amorosa, suave, amigable,

armoniosa y protectora de la realidad personal, social y ambiental.”

“Amor y cuidado forman una pareja inseparable. Si se produjese un

divorcio entre ambos, el uno o el otro morirían de soledad. El amor y

el cuidado constituyen un arte. Todo lo que cuidamos también lo amamos.

Y todo lo que amamos también lo cuidamos. Y, todo cuanto vive necesita ser

alimentado y sustentado. Y eso mismo vale para el amor y el cuidado. El amor

y el cuidado se alimentan de la afectuosa preocupación del uno por el otro.

Como dice la frase francesa, quand tu es mal, je souffre («cuando tú estás mal,

yo sufro»)”.


Entendido así, el cuidado nos impulsa a valorar los bienes naturales que nos son comunes y a relacionarnos con ellos de una manera que siempre le sirvan al bien común, por ejemplo en sus dimensiones de sostenibilidad, desarrollo integral, y evolución. Anota Boff en el mismo texto:


“Antes de nada, el cuidado es una constante cosmológica. Si las energías

originales y los primeros elementos no se hubieran regido por un sutilísimo

cuidado para que todo se mantuviera en su debida proporción, el universo

no habría surgido y nosotros no estaríamos aquí escribiendo sobre el cuidado”.


El des-cuido como no-cuidado, ha hecho mucho mal en el mundo; un descuido ocasionado por el egoísmo que a su vez emana del desconocimiento acerca de lo que somos como seres humanos, en el concierto de la vida sobre la Tierra. Así que cuando crezcamos en la recuperación de la memoria sobre nuestra propia esencia, y avancemos en la vivencia de la cordialidad, el cuidado recuperará todo su valor moral.

La ética del cuidado nos llevará a vivir en armonía con todo lo existente sintiéndonos en la profundidad de nosotros mismos, uno con la vida y el universo; así no cuidar podrá ser entendido como un descuido y daño que nos hacemos a nosotros mismos. Boff aclara:

“…el cuidado está ligado a cuestiones vitales que pueden significar la

destrucción de nuestro futuro o el mantenimiento de nuestra vida sobre

este pequeño y bello planeta”.


Y el papa Francisco también hace especial énfasis en la ética del cuidado, en su encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la Casa Común, advierte:

“La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada

y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los

demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de

considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal

fuera de uno mismo.” (208) […]

En la sociedad planetaria de hoy, recuperar la memoria de la dimensión cuidado, que es propio de la consciencia moral, será un gran paso evolutivo para dar en nuestro proceso de humanización colectiva. Así, el bien común irá primando sobre el bien particular, e iremos cooperando con la vida en la creación de un futuro positivo por allegar el camino a la evolución misma.


Recordando quiénes somos, y cultivando nuestro poder personal interior (nuestro liderazgo) valoraremos más la vida y entenderemos que las cosas del mundo no son para utilizarlas a nuestro antojo egoico, sino que son bienes comunes por cuidar.

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